domingo, 25 de mayo de 2008

COMERCIO JUSTO: UNA ALTERNATIVA SOLIDARIA


El origen de las tiendas de comercio justo se sitúa en 1969, cuando un grupo de jóvenes holandeses inspirados por Max Havelaar, personaje de una novela holandesa de 1860 en la que se relatan las injusticias del comercio del café entre Indonesia y Holanda, tomaron su nombre para la primera tienda solidaria de comercio justo, dando lugar a un movimiento en franco desarrollo, extendido actualmente por toda Europa con gran número de tiendas.

En España existen actualmente cerca de un centenar de tiendas de comercio justo, que se inscriben en este movimiento solidario el cual en nuestro país todavía no tiene el desarrollo que alcanza en otros países europeos. Así, el barómetro de consumo de la Fundación Grupo Eroski del año 2003 destaca que tan sólo uno de cada cinco españoles conoce con precisión en qué consiste el comercio justo, mientras que en Holanda, Bélgica o Alemania el 90% de la población sí lo conoce.

Desgraciadamente la situación que hizo que se movilizaran aquellos jóvenes holandeses no ha mejorado desde entonces. La diferencia en el nivel de consumo entre los países del Norte y los del Sur queda reflejado si tenemos en cuenta que el 20% de la población mundial más favorecida consume el 86% de los recursos, mientras que el 20% más pobre consume tan sólo el 1,3%.

En una sociedad volcada en el consumismo, al comprar un producto sólo nos planteamos si la calidad y el precio nos interesan; casi nadie se pregunta en qué condiciones ha sido producido, si el salario que reciben los trabajadores es el adecuado, si su producción respeta el medio ambiente o si ha mediado explotación infantil. Esto se une a las desigualdades comerciales entre el Sur y el Norte, en el que éste marca las reglas de juego (competitividad y máximo beneficio a cualquier precio), a costa de aquel, que es fuente de materias primas y mano de obra barata, de manera que el Sur se encuentra cada vez más empobrecido.

El consumidor que se plantea esas cuestiones y se compromete encuentra en el Comercio Justo una forma alternativa a las habituales relaciones de comercio Norte-Sur y una vía de presión en las esferas de decisión económicas, pues el consumidor juega un papel protagonista en el comercio. Las grandes empresas pueden escapar del control gubernamental de muchos países, pero siempre tienen muy presentes las “tendencias del mercado”.

Es el comprador el que manda. Es importante por tanto conocer las consecuencias de nuestras demandas y tomar conciencia de que somos corresponsables de los efectos sociales y ecológicos de la producción. De esta forma, los clientes estarían dispuestos a pagar un precio mayor por el valor ético añadido. Por supuesto, es imposible tener siempre una visión global de todos las productos que consumimos; sin embargo las iniciativas en Europa marcan un camino gradual hacia el consumo responsable. El objetivo de las organizaciones de Comercio Justo es alcanzar en un futuro que todo el comercio sea así y encontrar un modelo de comercio justo que las empresas tradicionales puedan adoptar.


En el tradicional comercio Norte-Sur, el precio lo fijan las multinacionales. En muchos casos, éstas han influido sobre los pequeños agricultores para que centren su producción en un producto determinado, del cual pasan a depender, abandonando su producción tradicional y quedando indefensos cuando la multinacional baja los precios o va a comprar los productos a otra zona. Además, en los casos en que baja el precio que recibe el productor, esta bajada nunca llega a beneficiar al consumidor, pues para éste nunca baja el precio, quedando los beneficios en manos de los distribuidores. Hay que tener en cuenta que ninguna empresa regala nada. Si se ofrecen precios muy bajos es que el margen ofrecido será recuperado. Puede ser que la verdadera factura la pague el más débil, un trabajador que vive a miles de kms y que ha de aceptar un salario que le permita vivir, o casi-vivir.

En el Comercio Justo, el precio de los productos se fija con los productores, no unilateralmente. Se tiene en cuenta cubrir tanto los costes de producción como las necesidades fundamentales del productor, sin dejar de considerar el precio que puede pagar el consumidor por ese producto.

En 1995 la Federación Internacional de Comercio Justo (IFAT) estableció un código de buenas prácticas que se pueden resumir en los siguientes criterios:

- Salarios que garanticen a los productores una compensación justa por su trabajo
- Condiciones de trabajo dignas
- Relación comercial a largo plazo
- Pago de una parte del precio por adelantado
- Igualdad entre hombres y mujeres
- Funcionamiento participativo
- Ausencia de explotación laboral infantil
- Respeto por el medio ambiente
- Productos de calidad
- Información y formación de los consumidores
- Denuncias de actuaciones injustas en los intercambios comerciales

Voces críticas con el Comercio Justo ponen objeciones a que se tenga que pagar un precio algo mayor, indicando que ese producto no se venderá o bien estimulará una sobreproducción. La experiencia demuestra que esto no es así. Al contrario, los productores aprovechan el aumento de ingresos para diversificar su producción, reduciendo su dependencia del producto principal. Así mismo, pasan de una producción de supervivencia a la creación de empresas más estables, ceden una parte de los beneficios a la organización de productores, que se fortalece e incluso utiliza una parte de ellos para proyectos sociales de mejora de las comunidades. En último termino, los intermediarios establecidos también tienen que pagar mejores precios y el Comercio Justo logra aumentar los beneficios de todos los productores de la región donde funciona.

Otra voz opuesta al Comercio Justo es la que defiende la libertad total del mercado para que todos los países se beneficien de sus ventajas y haya igualdad de oportunidades. Pero la realidad no tiene nada que ver con esto. En la practica son los países del Norte los únicos que disponen de esa libertad. Éstos desarrollan una política proteccionista que les impide a los países del Sur vender sus productos con esa teórica igualdad. Los del Sur carecen de medios y capital para poder competir en igualdad de condiciones. Las trabas que soportan aumentan cuanto mayor es la manipulación que hayan sufrido los productos.

En definitiva, consumir de forma responsable en una economía de mercado supone participar activamente en la construcción de un mundo más justo, que suprima el desequilibrio de las relaciones Norte-Sur. Seguro que cerca de donde vives hay alguna tienda de comercio justo, infórmate y acércate a conocerla, allí podrás conseguir más información.


(Escrito en 2006)

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